Se trata de una adaptación de una versión del cuento
titulado “Toda clase de pieles” de los Hermanos Grimm. Está dirigido a alumnos
de tercer ciclo de primaria.
Toda
clase de diamantes.
Érase una vez hace mucho tiempo en un reino lejano,
vivían en un maravilloso y enorme castillo una reina viuda llamada Isabela con
su hijo el príncipe, Carlos. Pues el rey, Juan Alonso, murió de su vejez y
desde entonces la reina y su hijo desolados quedaron, pero menos mal que cada
uno contaba con su apoyo respectivamente y tenían una unión y confianza
especial. Como todas las madres, Isabela quería lo mejor para su hijo. Desde
que el príncipe Carlos era pequeño, su madre ya estaba planificando su futuro y
no quería que nada se saliese de sus planes. Su deseo, era casarle con una
mujer rica y poderosa, que perteneciese a la realeza, fuera inteligente, además de hermosa, pero
ella no pensaba en una mujer cualquiera…la reina ya tenía en su mente una mujer
adjudicada para su hijo, pues reunía todo lo anteriormente dicho pero además,
tenía poderes. Hablo de la familia real, más conocida por todo el mundo, por
sus grandes y misteriosas cualidades los “ Hohenzollern” Se trataba de los
reyes pertenecientes al país vecino de Isabela y Juan Alonso. La familia
siempre ha sido de generación en generación especiales amigos de la familia de
la reina y el difunto rey. Tanto los reyes como la dinastía Hohenzollern,
tenían intereses materiales por unir a sus hijos, por ello decidieron que
cuando crecieran, el momento de conocerse seria en el baile.
Isabela explico a su hijo Carlos que ya había llegado el
momento de que formase una familia, se casase con una mujer y que al igual que
sus padres, tuviera hijos y por tanto lograr cumplir el sueño de su madre una
descendencia. Le explicó que le organizaría un baile, donde asistirán mujeres
de todos los reinos del mundo.
Al príncipe esta idea le gusto, la acepto con mucho
entusiasmo y ganas. Pero la madre aún no había acabado de hablar con él.
-
Carlos, sabes que siempre hemos tenido una
relación muy especial, cercana y afectiva, siempre he confiado en ti como hijo
y jamás me has defraudado. Quiero lo mejor para ti, por eso te vas a casar con
la hija de la familia real más poderosa y conocida “Hohenzollern”- dijo
Isabela.
-
Pero mama, ¡no me puedes obligar a casarme
con una persona que ni si quiera aun la conozco! Además dijiste que me ibas a
organizar un baile para encontrar a mi futura mujer.
-
Si hijo, es cierto que te lo dije…voy a
organizar un baile…pero este baile es de cara a los demás reinos, para que
crean que todos los reyes de los reinos de todos el mundo tienen la misma
oportunidad para casar a sus hijas. Pero tú, los Hohenzollern y yo sabemos
realmente con quien te casarás.
Resignado Carlos tuvo que
aceptar la idea.
Llego el día del baile, El
príncipe estaba muy nervioso, pues no sabía con que se iba a encontrar, si le
iba a gustar, si iba a ser feliz con ella, si lograría quererla algún día…eran tantas
cuestiones las que se le pasaba por la mente…
El palacio estaba lleno de
mujeres, todas entraban a palacio le hacían una reverencia y así iban pasando
miles y miles de princesas. Carlos estaba esperando la señal de su madre,
significaba que según le indicase, esa mujer seria a la que tendría que coger y
bailar. Así fue, por fin conoció a Rosalie, la princesa perteneciente a la
familia Hohenzollern.
Realmente era preciosa,
tenía el pelo color negro azabache, la tez clara y unos ojos que deslumbraban
como grandes esmeraldas, tenía una sonrisa y una voz muy dulce. Él estaba
cómodo bailando con ella, pero no sentía aquello que sienten los enamorados o
mejor dicho aquellos que se enamoran a primera vista. No entendía porque no
conseguía tener ese sentimiento, era preciosa, físicamente lo tenía todo…
A lo lejos del palacio y
mientras bailaba con Rosalie, vio a una
hermosa mujer desorientada. Fue como si se parase el tiempo durante unas
décimas de segundo. Sintió un arrebato pasional que le altero profundamente, le
dio un bienestar mágico y milagroso. El corazón se le acelero, el estómago le
hormigueaba y el sudor recorría su hermoso cuerpo. Se trataba de Cupido, ese
inquieto niño con alas y ojos vendados, hizo una de las suyas y este es sin
duda alguno de los efectos del dulce veneno de su flecha.
Automáticamente, el príncipe
Carlos, solto a Rosalie, y con una gran desesperación agarró a la princesa
Adamas. Su nombre proviene de un diamante griego, catalogado como la piedra
preciosa por excelencia. Así era ella como un diamante, aquella tez blanca,
dulce, esa sonrisa risueña, aquellos ojos penetrantes azules como el cielo y
ese pelo largo y dorado como el sol, dejo anonadado al príncipe Carlos. Ella estaba sorprendida al
igual que el príncipe, y desde la primera décima de segundo que vio a Carlos no
dejo de sentir esas mariposas en el estómago, cuanto más se acercaba a él más
iba intensificándose ese cosquilleo.
Rosalie, quedo apartada,
nadie la tuvo en cuenta y como era tan sumamente orgullosa, nunca la había
rechazado nadie. Sintió una gran rabia, porque ella misma fue participe de esos
sentimientos que se entrelazaban entre aquella pareja, y no podía soportar que
ella no fuera la protagonista. Asique, dio uso a aquellos poderes con los que
había nacido, que solo los daba uso cada vez que algo no salía como ella
quería. Así fue, amenazo a Carlos y Adamas; les dijo que en el momento menos
esperado les ocurriría algo muy terrible que jamás nadie desearía.
La reina Isabela, quedo
decepcionada de su hijo, para ella ese estrecho lazo que había creado con su
hijo se rompió, estaba muy enfadada y desilusionada. A partir de ese momento
creo un gran sentimiento de rechazo y no quiso saber nada de Carlos.
El origen del nombre Adamas
proviene de la piedra preciosa más dura, no se desgasta con el paso del tiempo,
mantiene de por vida su belleza e intensidad, posee un compromiso de amor
eterno entre dos personas. Así ocurría con la reina Adamas y el rey Carlos, se
amaban profundamente, sus primeros años de matrimonio fueron espléndidos llenos
de felicidad; pero a decir verdad, también vivían un poco asustados y a la
expectativa de aquello tan terrible que les iba a suceder. Con el tiempo
decidieron tener hijos, para llegar a formar una gran familia. Fruto del amor,
Adamas, se quedó embarazada, los reyes vivían su amor cada vez más felices y
fueron olvidando aquellas palabras malvadas de Rosalie.
Adamas dio a luz a una
preciosa hija la pusieron por nombre Rubí. Era preciosa, tenía la belleza de su
madre, una piel pura y blanca unos ojos brillantes. Era una familia muy feliz.
Pero a los meses, ocurrió algo muy terrible, tal y como anunciaba Rosalie,
justo en el momento menos esperado cuando todo parecía perfecto. La reina
Adamas cae en una horrorosa y profunda enfermedad. Cuando los médicos más
especializados anuncian que a la reina le queda poco tiempo de vida, empieza a
preparar una serie de regalos para su preciosa hija. Adamas le entrega a su marido, una cadenita
de oro con el anillo de bodas, una medallita de la Virgen, y una pulsera de
adamas, los diamantes más puros y brillantes, una carta y una caja de oro con una llave también de oro.
Adamas explica a su marido, que cuando la pequeña rubí crezca debe de
entregarla estos pequeños objetos para recordarla, cuando tenga uso de razón
leerla la carta, solo cuando se vaya a casar deberá entregarla la llave de oro
que abrirá aquella preciosa caja, no dejar de hablarla de su madre jamás y de
lo mucho que la amaba. Adamas con las lágrimas en los ojos, hizo prometer a su
marido algo extremadamente especial para ella con lo cual la dejaría irse en
paz al cielo. Le dijo al rey, que por favor se encargase de que su hija se casase
con el hombre indicado, que le diese todo lo merecido y la felicidad infinita;
además le añadió, que ella siempre le iba a amar que en su corazón le llevaría,
pero que si al cabo de los años, sentía algo especial por alguna mujer se
casase con ella… así fue, el rey Carlos le prometió y le juro que así seria. Se
despidieron de forma muy sentimental y especial.
La muerte es extraña, misteriosa y supone un duro golpe.
El rey Carlos estaba pasando por una de las experiencias más duras y difíciles.
La muerte de su amada mujer supuso la
ruptura de un vínculo importante. Parecía que la propia vida se le acababa. El
rey, se encontraba en un pozo de dolor, negro, oscuro y profundo. A partir de
entonces ya no vio la hermosura de la vida igual, vivía atemorizado de que algo
terrible le pasase de nuevo, que le arrebatasen lo único que le quedaba,
aquello que nació fruto del amor, su hija Rubí.
Una matrona cuido
desde entonces a Rubí. La educo, se encargaba de todo, como si de su hija se
tratase. El rey, ante el miedo, creo un sentimiento de sobreprotección y a su
hija tenia encerrada en una torre para que nada la pasase. Rubí fue creciendo, jamás
sintió el caluroso abrazo de un padre, la palabra más tierna, cariñosa y dulce
que se puede dedicar a un hijo, nunca pudo decir “Te quiero papa”, parecía como
si su padre fuera un extraño; en escasas ocasiones le veía, a pesar de que vivían
en el mismo palacio. Realmente Rubí no entendía porque tenía esa extraña
relación con su padre. Conforme se iba haciendo mayor, creyó que simplemente su
padre la rechazaba y la culpaba de la muerte de su madre.
Verdaderamente el tiempo no cura el dolor, solo nos
enseña a vivir con él. El rey comenzó a plantearse, que aunque siempre iba a
tener ese dolor en su corazón por la pérdida de su mujer, no podía vivir
atemorizado por si algo le pasaba a su hija, apartándose de ella…el sueño de
Adamas es que Rubí creciera feliz y Carlos por ahora no lo estaba consiguiendo.
Los años iban pasando, el rey aprendió que aunque no elegimos las perdidas ni
la muerte, sí que podemos elegir como vivimos esta.
Decidido, se dirigió a la torre donde su hermosa hija se
encontraba. Padre e hija tuvieron una larguísima conversación. El rey le conto
lo bondadosa que era su madre, como la conoció, lo felices que fueron y lo
mucho que la amaba. Desgraciadamente también la conto el porqué de la muerte de
su madre, la princesa ya tenía una edad como para que el rey pusiera las cartas
sobre la mesa. Por fin, Rubí, entendió el motivo el cual explicaba la ausencia
del cariño de su padre. Rubí dejo de sentirse culpable de la muerte de Adamas.
El rey le entrego a su hija aquellos regalos que su madre la había dejado antes
de morir; le entrego todos menos la caja con la llave de oro, para el rey no
era momento de entregarle aquel valioso regalo.
Padre e hija se fundieron en un enorme abrazo, cada uno
sintió el cariño que siempre echaron en
falta. Desde aquel momento, fueron uña y carne, estuvieron especialmente
unidos. Además fue creciendo adorando a su madre, tanto como ella adoraba a su
hija.
Pasó el tiempo y
la única alegría en el reino era la princesa Rubí. El rey volcaba todo el amor
que había tenido a su mujer en su hija
la quería muchísimo. Carlos fue conociendo interiormente los valores de
su hija, se dio cuenta que era tanto por fuera como por dentro semejante a su
madre. Era hermosa, bondadosa, risueña, cariñosa, le gustaba ayudar a los
demás, era soñadora, quería a las personas por lo que eran por dentro y no
porque tuvieran o no dinero; además su padre observó que todas las noches, leía
cuentos de amor, pues su mayor sueño era enamorarse tanto como lo hicieron sus
padres, abrir su corazón a alguien y tener una familia.
Pasaron los años, y el rey cada vez era más mayor, iba envejeciendo,
pero su preocupación no era esa, ya que él había intentado por todos los medios
casarse, pero no había encontrado a una mujer tan buena como la que le dijo su
esposa, con la cual lograra sentir algo especial, tal y como lo que vivió con su mujer difunta.
Cuando Rubí cumplió los quince años, su padre pensó que
era el momento ideal para que contrajera matrimonio con un príncipe y juntar
dos reinos, por ello decidió entregarle la carta de su madre. Así fue, entrego la carta de Adamas a su hija,
era un carta cargada con grandes sentimientos, donde además de hacerla
participe de lo mucho que la quería, la quiso transmitir, que algún día tendría
que casarse con alguien, ser feliz y tener una familia tal y como lo hicieron
sus padres. Al rey Carlos, le ayudo mucho la carta que hizo su mujer, para
explicar a su hija su casamiento. La princesa Rubí, no dejo de sonreír desde el
momento que recibió la noticia, ¡Era su mayor sueño, enamorarse! ¡Por fin iba a
hacerse realidad!
Pero había un gran problema. Desde que el rey Carlos
había perdido a su mujer, padecía una gran tristeza por lo que el reino fue
perdiendo riquezas y por tanto prestigio. La única manera de conseguir
fortalecer el reino era casando a su hija con un príncipe rico, pero que
reuniese valores bondadosos para poder cumplir el deseo de su madre y por
supuesto el suyo propio, que su hija fuese feliz.
El rey dialogo con su hija la situación en la que el
reino se encontraba. La explico, que la única solución que había para volver a
sus riquezas, era casándole con un príncipe rico, pero que también supiera
darla felicidad. Rubí, se sintió horrorizada por la idea de no poder enamorarse
libremente. El anillo de su difunta madre solo se lo daría al hombre que amara
y con el que fuera a ser feliz.
La princesa, viendo cómo se acercaba el momento, decidió
pedirle a su padre un regalo de boda, que llevara tanto tiempo como para que a
su padre se le quitara esa idea de la cabeza. Con mucho dolor, se negaba a
casarse si no era por amor.
Por lo que para
intentar retrasar la boda hasta encontrar una solución, le pidió que, como
regalo, le hiciese un abrigo de todos los diamantes de todas las piedras del
mundo. El rey acepto la idea y mandó a sus sirvientes traer diamantes de todas las piedras del
mundo. Un año después le regaló el abrigo que había pedido. Le pidió un segundo
regalo, un abrigo tan brillante como el sol y después de unos años su padre la
entrego el regalo que había pedido. La princesa desesperada, pidió un tercer
regalo, ya que a su padre no se le olvidaba la idea de casarla, un vestido tan
elegante como la luna; por ultimo le pidió un vestido tan deslumbrante como las
estrellas, su padre consiguió después de un año conceder a su hija el último
regalo que pidió. Rubí no sabía qué hacer. Ella no quería casarse con un hombre
del que no estuviera enamorada, así que decidió que esa noche huiría del
palacio.
Cuando por fin llego la noche, muy apenada, cogió los
regalos de su madre, los dos vestidos y se cubrió con el abrigo. Se dirigió al
bosque y para no ser reconocida se manchó de barro. La princesa Rubí, tras
varios días andando, saliendo a la luz del sol con el vestido tan brillante
como el sol y saliendo por la noche con el vestido tan elegante como la luna,
para así pasar desapercibida, decidió una noche descansar y quedarse a dormir
en un árbol hueco. A la mañana siguiente, resulto que unos caballeros de
diferente reino al de su padre, a lo lejos observaron que algo brillante
destacaba de entre las plantas y árboles del bosque y decidieron acercarse para
comprobar de que se trataba, no se esperaban que se encontrarían a una mujer
bajo ese brillante abrigo; los caballeros creyeron que estaba enferma porque
Rubí estaba tan metida en sus sueños que ni se enteraba de nada de lo que
pasaba. Se la llevaron a palacio, hasta que despertara, mientras tanto, la
tuvieron en una de las habitaciones bajo el calor de la lumbre.
Cuando Rubí despertó, quedo extrañada, pues no sabía
dónde se encontraba, estaba segura de que en aquella habitación jamás había
estado, pero sintió que en aquel palacio se encontraba segura, la transmitía
tranquilidad, con lo cual quería decir que no se encontraba cerca de su padre.
Uno de los hombres que trabajaba en palacio, se dirigió a
la habitación y creyendo que la mujer era una sirvienta, la conto lo que había
ocurrido y la propuso trabajar de ayudante en las cocinas de palacio, sin duda Rubí
acepto, se mantuvo callada y a pesar de que estaba acostumbrada a ser tratada
como una princesa, era para ella preferible ser tratada como ayudante de cocina
antes de ser descubierta. La princesa Rubí, desde que empezó a servir en
palacio, no se despegaba del abrigo, ni tampoco dejaba ver su hermoso rostro,
ni si quiera su larga cabellera dorada, su objetivo era mantenerse oculta, se
hizo llamar Toda clase de diamantes, por su abrigo. Cada día contaba las horas
para que anocheciera y dirigirse al cuarto del príncipe para llevarle su tazón
de leche caliente; al príncipe desde el primer momento, le llamo la atención su
dulce voz, estaba seguro que debajo de aquel aparatoso abrigo se encontraba una
mujer muy bonita. Rubí se estaba dando cuenta que se estaba enamorando del
príncipe Felipe, pero para ella era algo triste, puesto que bajo ningún
concepto podía revelar su identidad. Todas las noches soñaba con poder casarse
con él y que su padre lo aceptara, pero
los días y los meses pasaban y solo se quedaba en un deseo.
Una mañana, Rubí recibió la noticia, que en un par de
días tendrían que preparar un grandioso banquete, pues se celebraba en palacio
que el príncipe por fin iba a buscar una princesa con la que casarse y formar
una familia. Rubí, sintió como millones de cuchillo se le clavaban en el
corazón, se quedó con la tez blanca y la manos sudorosas; su amigo el cocinero,
se dio cuenta que toda clase de diamantes, sentía algo por el príncipe.
El príncipe invito a todas las princesas de todos los
reinos del mundo; el palacio estaba repleto de hermosas mujeres, bailaba con
unas y con otras…pero de repente, mientras Felipe se encontraba bailando con
una hermosa mujer, tuvo que soltarla puesto que se quedó anonadado,
boquiabierto, sorprendido, jamás había visto mujer más hermosa…aquellos maravillosos
ojos azules como el cielo, aquellos labios rojos y tiernos, aquel cabello largo
y dorado y aquel vestido tan brillante como el sol…hizo que el príncipe se
paralizara ante semejante belleza. La princesa Rubí y el príncipe Felipe estuvieron
bailando toda la noche y dialogando, pero cuando llegaron las doce de la noche,
tuvo que irse corriendo, puesto que se ausento de la cocina sin permiso y su
amigo el cocinero iba a estar muy enfadado. Fue a su habitación se quitó el
vestido y volvió a ponerse el abrigo cubriendo su rostro y su pelo. Cuando
llego a la cocina Rubí se disculpó con el cocinero; corriendo acudió a la
habitación del príncipe y sin que este se diese cuenta le metió en el tazón de
leche, uno de los regalos de su madre.
Cuando el príncipe comenzó a tomarse el tazón de leche,
noto que al rozar la cucharita algo de metal sonaba, descubrió que se trataba
de una medallita de oro de la Virgen, no entendía nada, imagino que a uno de
los cocineros se le habría caído mientras preparaba su tazón.
Al día siguiente, de nuevo volvió a organizarse el baile.
Toda clase de diamantes, pidió al cocinero ausentarse de nuevo, puesto que tenía
que hacer unos recados, al menos esa escusa le puso, el cocinero la dio permiso
pero antes de las doce tendría que estar en cocina. La princesa, se dirigió a
la habitación y se puso el vestido tan elegante como la luna. Cuando el
príncipe la vio a lo lejos, no dudo ni un solo segundo en dirigirse hacia ella,
de nuevo estuvieron unidos toda la noche. De repente y cuando menos se lo
esperaba el príncipe, toda clase de pieles desapareció. La princesa de nuevo se
cubrió con su abrigo y escondió su cabellera. Cuando se dirigió a la habitación
del príncipe, le metió en su tazón la pulsera de diamantes que le regalo su
madre. Una vez más, Felipe quedo extrañado, puesto dos veces encontrarse con algo en el fondo de
la taza era ya mucha casualidad y no podía ser que al cocinero se le cayese.
El príncipe tuvo que organizar de nuevo otro baile, el
problema es que él ya sabía con quien quería casarse, pero aquella mujer
desaparecía cuando menos se lo esperaba. Estaba decidido, era el último baile
que organizaba, puesto que ya no iba a permitir que aquella princesa se
escapase.
Toda clase de pieles, se ausento de nuevo de la cocina con
permiso del cocinero y con la misma condición. Se puso el vestido más
deslumbrante que las estrellas, estaba preciosa. El príncipe estuvo bailando
toda la noche junto a ella, y sin que se diese cuenta, le puso uno de los
anillos de las nupcias de sus padres. El príncipe le pregunto por su nombre,
pero la princesa estaba negada a revelar su identidad y simplemente se fue sin
dejar rastro; corriendo, se dirigió a su habitación y se cubrió con su abrigo
de toda clase de diamantes. Se sentó tras varios segundos en la cama, y probó
en sus finos dedos el otro anillo, imaginándose muy entusiasmada como seria su
boda. De repente miro aquel reloj de su mesilla, y vio que eran más de las
doce, corriendo se dirigió la cocina.
El cocinero entre sonrisas, quiso entablar conversación con
toda clase de diamantes y comento:
-
¿Eres tu quien busca el príncipe verdad?
Toda clase de diamantes
contesto con una dulce y tímida sonrisa.
Toda clase de pieles corría apresurada hacia la
habitación del príncipe, casi se la salía el corazón del pecho, pues eran ya
más de las doce y llegaba demasiado tarde, tenía miedo de que la descubriese.
Cuando entro a la habitación entrego como de costumbre el
tazón de leche al príncipe, después fue hacia la puerta para salir…pero el príncipe
dijo:
-
Señorita, todavía nunca me ha dicho como se
llama.
Toda clase de diamantes, no
pudo mirar al príncipe a los ojos, y tan solo bajo la mirada.
Conforme el príncipe le hacía preguntas ella se ponía más
nerviosa. De repente, Felipe, volvió a notar algo que rozaba con su cucharita.
Pero esta vez, toda clase de pieles, no había metido nada en el tazón, ya que
con las prisas se despisto. Por lo que comenzó a notar como sus mejillas se
enrojecían.
-¡Pero si es un anillo!, ¡Un anillo de oro!, ¡Un anillo
de nupcias!- dijo el príncipe Felipe, intentándose hacer el sorprendido.
- ¿Por casualidad no se le habrá caído a usted mientras
me preparaba el tazón de leche?, añadió el príncipe.
-No señor. Desgraciadamente no estoy casada.
El príncipe dejo la taza reposándola en su mesilla, se
levantó de la cama, se puso frente a toda clase de diamantes. La cogió de la
barbilla y con la mayor delicadeza, poco a poco, fue subiendo su cabeza hasta
poder mirarla sus ojos. Sin duda reconoció aquellos ojos, aquella mirada y con
su anillo en la mano, le dijo a toda clase de diamantes:
-
Señorita, ¿ no será que este anillo que
sujeto con mis manos es compañero del suyo?.
La princesa Rubí, bajo su capucha.
El príncipe Felipe dijo:
-
No se cómo te llamas, ni de dónde vienes, ni
si quiera se lo que quieres…pero si te puedo decir, que desde el primer momento
fijé mi mirada en ti y desde entonces no he podido dejar de pensarte y tras
muchas mujeres que han pasado ante mí, solo he sentido esto contigo. Mi deseo
es casarme con una mujer a la que me ame tanto como ella a mí, tener hijos y
ser feliz.
La princesa comenzó a dialogar con Felipe, revelo su
auténtica identidad, se sinceró con el…le conto todos los detalles y el
príncipe la entendió perfectamente, pues coincidía en su misma forma de pensar.
Por lo cual, el príncipe Felipe y la princesa Rubí, anunciaron su boda.
Estaban muy felices, porque por fin habían encontrado el
amor, pero la princesa a su vez estaba entristecida alejada de su padre. De
repente un día, a la princesa le llegó un paquete junto a una llave, estaba
sorprendida, puesto que no se imaginaba de qué se trataba. Abrió aquel paquete,
era una caja de oro cerrada, asique supuso que la llave de oro era para
abrirla, asique se dispuso a abrir la caja. ¡Era un precioso vestido blanco!,
un vestido taaaan brillante como el sol, tan elegante como la luna y tan
deslumbrante como las estrellas, ¡un vestido de boda!, justo lo que necesitaba
para casarse. Justo cuando levanto la mirada, vio a su padre. Al principio
pensó que se trataba de un sueño, no se lo podía creer.
-
Hija, vengo a pedirte perdón. Quise obligarte
a casarte con un hombre por mi interés, sin antes pensar en ti. Quise obligarte
a algo que en su día yo no consentí. Quise tomar una decisión por ti…
simplemente pensando en los bienes materiales…intente transmitirse que las
personas deben de guiarse por el corazón…que el amor lo tiene que encontrar
cada uno y no viene dado. El amor es algo especial, que es fácil de sentir
cuando encuentras a la persona, pero difícil de explicar. El amor se traduce en
dos palabras breves pero significativas, y yo te quería privar toda una vida de
un “te quiero”. He querido traerte el ultimo regalo que tu madre me entrego
para ti, el vestido de novia que se puso, uno de los días más especiales para
mí y para ella. Tu madre desde el cielo seguro que se siente muy orgullosa de
ti al igual que yo.
La princesa Rubí comenzó a abrazarle
entre lágrimas. Estaba plenamente feliz.
La princesa Rubí y el príncipe Felipe se
casaron. Con los años tuvieron hijos y fueron muy felices. Resulto ser, que el
príncipe al que iba a casar el padre de la princesa era Felipe, pero es algo
que mantuvo en silencio, y aprendió como el destino llega a juntar a dos
personas y tan solo con el ingrediente del amor se puede llegar a ser feliz.
Para su sorpresa, el rey Carlos y la tía del príncipe Felipe, se enamoraron y
con los años se casaron, fue una familia muy feliz.
“Colorín colorado este cuento se ha
acabado, fueron felices y comieron perdices…”
Espero que os haya gustado.
MODIFICACIONES:
He modificado el titulo del cuento “
toda clase de diamantes”. Al adaptar la historia he omitido el detalle de que
el padre se quisiera casar con su propia hija, ya que el incesto no es algo
natural, ni tampoco algo entendido por el razonamiento de un niño de tercer
ciclo de primaria.Además, los regalos de
la madre los he sustituido por otros al igual que el abrigo en vez de piel por diamantes.
He inventado una introducción añadiendo algunos personajes y final diferente.
SE MANTIENE:
- El deseo
del Rey por buscar esposa.
- La huida
de la princesa del castillo.
- Los
vestidos y la capa que el Rey le regala a su hija.
- Que se
esconde en el bosque y es descubierta.
- Que la
ponen a trabajar en las cocinas del castillo y le hace una comida al príncipe.
- Que
asiste a las fiestas que concierta el príncipe para buscar esposa.
- El
interés del Príncipe por la Princesa.
- Los
actos de:
· Poner el
anillo en la mano de "Toda clase de diamantes"
· Meter objetos
en comida del príncipe
- El
desenlace final en el que él se le declara a ella.
Es una buena adaptación. Tienes algunos errores de redacción que, si lees despacio el texto podrías corregir y mejorar (errores de acentuación, palabras repetidas, frases demasiado enredadas...) Al incluir todo ese principio (que es como otro cuento), creo que se te ha alargado demasiado un cuento que ya de por sí es largo. Esta es la única pega que le veo a la adecuación a la edad.
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